En lo profundo de los Andes peruanos, a 3,700 metros sobre el nivel del mar, se encuentra un puente que desafía al tiempo: el Q’eswachaka. Este no es un puente cualquiera. Es el último puente inca en uso y un testimonio vivo de la resistencia y la tradición de los pueblos andinos.
Construido completamente de ichu (paja andina), el Q’eswachaka es renovado cada año por cuatro comunidades locales en una ceremonia ancestral que ha perdurado por siglos. Durante tres días, hombres y mujeres trabajan unidos, siguiendo las mismas técnicas que usaban sus antepasados incas. La renovación del puente no solo garantiza su seguridad, sino que también refuerza los lazos comunitarios y mantiene viva una tradición invaluable.
El proceso es impresionante. Primero, los líderes espirituales de la comunidad realizan una ofrenda a la Pachamama para pedir protección y bendiciones. Luego, los comuneros trenzan grandes sogas de ichu, que servirán como base y barandas del puente. Finalmente, el nuevo Q’eswachaka es instalado, listo para ser cruzado por viajeros valientes y locales que dependen de él para su día a día.
Atravesar este puente es una experiencia única. Sus fibras crujen bajo los pies, el viento silba entre las cuerdas y la sensación de estar suspendido sobre el río Apurímac acelera el corazón. Pero más allá de la adrenalina, cruzar el Q’eswachaka es un homenaje a los incas y a su inquebrantable ingeniería.
Visitar este puente no es solo ver una construcción impresionante; es presenciar la historia viva de una civilización que, a pesar del paso del tiempo, sigue dejando su huella en el mundo moderno. ¿Te atreverías a cruzarlo y sentirte parte de la historia?