A 4,200 metros sobre el nivel del mar, en lo más profundo de los Andes peruanos, se esconde una joya natural de belleza indescriptible: la Laguna Humantay. Su color turquesa, rodeado por imponentes montañas nevadas, parece un espejo que refleja el cielo. Este lugar es mucho más que un atractivo turístico; es un símbolo de espiritualidad y renovación.
La caminata hacia la laguna comienza en Soraypampa, un punto de partida a 3,900 metros de altitud. La ruta no es fácil: la pendiente desafiante y la falta de oxígeno ponen a prueba la resistencia de cada viajero. Sin embargo, con cada paso, la conexión con la naturaleza se intensifica. Los chamanes andinos consideran este un sitio sagrado, donde la energía de la tierra se equilibra con la del cielo.
Cuando finalmente se alcanza la cima y la laguna aparece ante los ojos, el esfuerzo se olvida. La vista es imponente: un cuerpo de agua de color esmeralda rodeado por el nevado Humantay, cuyas cumbres parecen tocar el cielo. Muchos visitantes se sientan en silencio, dejando que la paz del lugar los envuelva. Algunos llevan ofrendas, como hojas de coca, para agradecer a la Pachamama por permitirles llegar hasta allí.
La Laguna Humantay no es solo un destino; es una experiencia transformadora. Quienes han visitado este lugar coinciden en que, al bajar la montaña, algo en ellos ha cambiado. Quizás sea la pureza del aire, la majestuosidad del paisaje o la sensación de haber conquistado un desafío personal. Sea cual sea la razón, una cosa es segura: es un viaje que deja huella en el alma.